Lo consulté con la almohada. No era posible que esa situación en mi relación me afectara así. Yo sabía que tenía novia... yo sabía que él la quería (porque una cosa, sin duda, es querer, y la otra estar inmerso en una super relación sexual), pero también sabía que yo tenía lo mío y que él la había estado pasando súper conmigo.
Así que al día siguiente me esmeré mucho más en mi arreglo personal, me puse más sensual, y redoblé la guardia: volví a "necesitarlo" para hacer el trabajo final del curso.
Nunca le dije que yo había estado ahí, ni mucho menos lo mal que me había sentido. Así que me lo llevé a una cafetería muy solitaria, sacamos nuestros cuadernos y libros, pedimos nuestros cafés y empezamos a hablar sobre nuestros respectivos temas para el trabajo escrito final.
Era una cafetería al aire libre, y la mañana estaba fantástica. Comencé a besarle el cuello y la nuca, mientras mis manos le acariciaban el pecho... El cerró lo ojos y se dejó querer.
Después mis manos bajaron hasta su cintura y desde ahí metí una de mis manos a su pantalón. Sentí su miembro, ya para entonces durísimo y húmedo. Lo tomé con mi mano, y empecé a masturbarlo: arriba y abajo, lenta pero firmemente.
El me sentó nuevamente porque la mesera se acercaba. Pero una vez que se fue, ahora él fue quien se abalanzó sobre mí a besarme con esa pasión que ya se me estaba volviendo adicción. Ahora también él metió su mano a través de mis pants, y fue a dar justo ahí, donde dos de sus dedos me penetraron una y otra vez. No dudarán si les digo que fue riquísimo, venirme así, con sus dedos dentro, en una silla de una cafetería al aire libre...
En realidad no sé si él se olvidó de la novia, pero ¡yo sí! El trabajo escrito tuve que ponérmelo a hacer hasta en la noche, pues en realidad ya no hicimos nada de eso. Después de ahí, nos fuimos a nuestro hotel favorito, para que él satisficiera sus ricos y excitantes instintos.
No hubo novia en todo ese día. Sólo él y yo, solos, otra vez... ¡Yes! (CONTINUARÁ)
martes, enero 16, 2007
lunes, enero 01, 2007
La Novia
Después de algunos meses de luna de miel, la novia comenzó a aparecer. Que se había dado cuenta que olía a otro perfume de mujer; que lo esperaba a la salida del curso; que tenía que pasar por ella...
Un día la conocí. Yo lo esperaba enamorada y ansiosa afuera del aula, en las bancas del jardín, como siempre. De pronto vi a una joven acercarse rápida y decididamente al edificio. Se me aceleró el corazón. Tuve el mal presentimiento de que era ella.
Pude verla a mis anchas, porque ella no me conocía tampoco. Chiquita, muy morena, cabellos largos, oscuros y lacios. No, bonita no era. Pero se veía bien. Su porte, su caminar. Todavía dudé: ¿sería ella? ¿sería ella la rival, la que últimamente aparece en las pláticas de él todo el tiempo? Seguramente sí. Pero tenía otra cualidad: era joven. De la edad de él, 10 años menos que yo.
Pues entró al edificio, y a través de los ventanales pude ver cómo se apostaba fuera del aula donde él estaba. Cinco, diez minutos... él salió. Y le sonrió, y la abrazó y la besó.
Me quedé muda, sintiéndome estúpida, ofendida, enojada conmigo misma. ¿Quién me mandaba a estar ahí? Sentí celos, y dolor, o quizá sólo herido el orgullo. Pero me alejé llorando de rabia, sin que él se enterara que yo estuve ahí.
Era el momento de decidir si seguía con él o no. Pero, ¿qué? ¿acaso no le había yo dicho que no era celosa? ¿que nunca tendría problemas con su novia por mi culpa? O tal vez era momento de ajustar estrategias... [CONTINUARÁ)
Un día la conocí. Yo lo esperaba enamorada y ansiosa afuera del aula, en las bancas del jardín, como siempre. De pronto vi a una joven acercarse rápida y decididamente al edificio. Se me aceleró el corazón. Tuve el mal presentimiento de que era ella.
Pude verla a mis anchas, porque ella no me conocía tampoco. Chiquita, muy morena, cabellos largos, oscuros y lacios. No, bonita no era. Pero se veía bien. Su porte, su caminar. Todavía dudé: ¿sería ella? ¿sería ella la rival, la que últimamente aparece en las pláticas de él todo el tiempo? Seguramente sí. Pero tenía otra cualidad: era joven. De la edad de él, 10 años menos que yo.
Pues entró al edificio, y a través de los ventanales pude ver cómo se apostaba fuera del aula donde él estaba. Cinco, diez minutos... él salió. Y le sonrió, y la abrazó y la besó.
Me quedé muda, sintiéndome estúpida, ofendida, enojada conmigo misma. ¿Quién me mandaba a estar ahí? Sentí celos, y dolor, o quizá sólo herido el orgullo. Pero me alejé llorando de rabia, sin que él se enterara que yo estuve ahí.
Era el momento de decidir si seguía con él o no. Pero, ¿qué? ¿acaso no le había yo dicho que no era celosa? ¿que nunca tendría problemas con su novia por mi culpa? O tal vez era momento de ajustar estrategias... [CONTINUARÁ)
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